miércoles, 15 de agosto de 2007

¿Dime no volveremos a encontrarnos nunca más? (Henry Michaux)




Tu ahí, entre las vitrinas... ¿de qué se trata? de volver al juego de la infancia, de buscar en espejos opacos el reflejo que sabemos ya no existe. Las vitrinas con los juguetes, con esos objetos que despiertan nuestro deseo porque simbolizan algo. ¿Qué vitrinas observabas de niño? ¿qué objetos? ¿qué fue aquello que jamás pudiste obtener a pesar de utilizar toda tu pequeña manipulación en conseguirlo? ¿Qué fue? ¿Qué te gusta, a qué jugabas? ¿Qué te gusta ahora?, ¿Cómo juegas al amor, al sexo, al placer? ¿Cómo juegas con todos los seres a los cuales sigues con la mirada? ¿A quién ignoras?.

Estas ahí en el escaparate rojo, las imágenes se deslizan, eres tú, es otro, es aquella que dejaste de ser hace unos instantes. ¿Quién más podría haberte leído entre la inmensa red de miradas virtuales? ¿Quien nos lee cada noche para dormirnos? ¿Cuál es tu murmullo favorito? ¿Cuál te calma y cuál te excita? Voy a decirte un secreto: estoy aquí, expuesta, sólo para ti. Pero no sé si podrás creerlo, no sé en realidad si alguna vez te han lastimado lo suficiente cómo para que te preguntes hasta dónde existe esta verdad: Me gustas.

Me gustas cuando callas y cuando me lo dices todo. Hay cosas que no me gustan de ti y lo sabes, creo que lo sabes sin que yo tenga que decírtelo, tú lo has proyectado en mi, tu has hablado por los dos. Eso hacen las parejas ¿no? Pensar por dos. “Quiero que sepas que me gustas egoísta, que me encanta no puedas querer ser fiel, ni siquiera a mi, porque esa infidelidad con todos es la única lealtad hacia ti misma. Sé que aún no te quieres del todo, sé que hay ciertas partes de tu cuerpo que odias, que te gustaría tatuar de tinta para olvidar como se te ha roto la piel y sin embargo, ahí esta uno de tus milagros. A mi hay cosas que me pesan, que se aferran a mi piel como cargas que aún no he dejado del todo. A ti te cortan, te marcan, te queman… a mi simplemente me olvidan, nadie se ha quedado lo suficiente como para saber que hay detrás del gusto pequeño, de ese te quiero inimaginable que surge cuando te muestras obscena ante mi, pero tu no te abres del todo, tu me pides que no haga malabares, que no detenga ese ritmo lleno de matices que tu creas”.


Te digo que te quiero aún sabiendo que no vas a responderme nada, pero entonces cuando me vengo sobre ti y quiero rociar tu cara, tu me dices que también me quieres, sonrío entre jadeos para que sepas que no es necesario corresponderme con la misma mentira, entonces me dices otra vez con tu voz reinante sobre mi orgasmo: “Te quiero así, justo ahora…” Me apuras para que me levante, para que me haga a un lado. Te has dejado las alpargatas puestas, y ahora me gustan más los pilares que forman tus piernas, me gusta esa nueva energía que adquieres después de masturbarte, porque lo has hecho, te has llevado tus manos entre las piernas mientras yo hacia lo mío y me has dicho que así podrás hacerlo mejor cuando yo no este, cuando tus manos empujen otros objetos hacia el fondo de ti misma.

Te apuras a ponerte la ropa, aplacas tu cabello, ves el espejo de ese rostro que ahora muestra una nueva luz, la que has absorbido de mi deseo, de todo el sudor que he dejado caer sobre ti. Me has bebido entero, “así es como a mí me gusta” dices mientras te lavas la boca y rocías el perfume, te observo, te como otra vez –eso pretendo- esta vez así de pie mientras tu comienzas a deslizarte hacia una nueva faz desconocida. Pero me dejas ingresar en ti, en esos rincones punzantes que guardas con recelo, por momentos creo que puedo perderme en ti, sé que no tendrás límites, que no habrás de reclamarme nunca nada, ni siquiera el que haya querido por un instante meter mi dedo en tu llaga. Porque he querido llamarte Puta, pues ya lo sabes es cosa fácil el caer en prejuicios aprendidos desde la más tierna edad, he querido llamarte puta cuando yo deseaba abrazarte y tu me quitabas las manos, he querido gritarte “maldita puta” cuando te apartabas ante mi tacto, ante mi necesidad de ti. Más aún: salió de mi el coraje cuando supe que no podría tenerte por entero, que tu eras toda fortaleza y guardia, que ya habías perdonado al ladrón y que a final de cuentas te habías aceptado: “me gusta ir de cuerpo, en cuerpo, saborearlos, son momentos, instantes de sabores tan distintos, ahí soy tantas, me corro, huyo y me pierdo”. Yo entre todos ellos sólo un momento, yo precisamente yo que puedo ser tu guru, tu salvador, quien cura y lama enteras tus heridas, entonces dije que no me tendrías como un momento más, que yo no iba a ser uno más en ese correr inmenso que buscabas como sedienta en el desierto. Sonreíste y volviste a desafiar los esquemas, me dijiste que yo era mucho más que eso, que conmigo hablabas de todo, que conmigo tenías más que esa piel tan anhelada en los encuentros y dijiste también que lo entendías. Yo sabía me estaba jugando el todo entre tu cuerpo, deseaba hacerte el amor y en vez de ello se me iban las palabras diciendo que tampoco se trataba de que fueras tan inteligente, tan bella, tan toda tu deseable como para entretenerme en ese juego donde quizá sólo tu podrías ganar.

No eres tan bella, no eres perfecta, no tienes fundamentos… No… no eres tu quien escribe, quien teje con palabras las redes en donde me has seducido, no eres tu la que se pone la falda sólo para facilitarme el rumbo, no eres tu la que se aleja en silencio y me mira con esa indecencia cuando planeo ponerte al revés para… soy yo, soy yo, soy yo quien no puede atreverse a jugarse este fuego en tu mirada.

Sé que no podría decírtelo sin que huyeras. Sé que lo sabes demasiado bien como para querer oírlo ahora de mi boca, sé que ante todo quieres tu libertad y lo más terrible de tu vida lo has ganado y perdido por ello. Libertad de plantarte ante cualquiera y darte toda, llenar de sentido el instante aunque después no vuelvas a tocar esos cuerpos, esas miradas que por un breve segundo, por ese breve espacio de intensidad no pensada creen “te han cogido”. Pero a ti no se te puede tomar, no se te puede hacer, no se te coge, por eso tú falta de miedo, tu falta de fe, tu falta de hipocresía cuando no han sido satisfechos tus instintos. Tú eres la que monta aún estando abajo, tu eres la que domina aún cuando eres montura, detrás de espalda me has enseñado que al caballo no se le dirige nunca, sino es porque él se deja dirigir. Estas ahí, en el escaparate, entre las sabanas, mostrando tus grandes imperfecciones, tus huellas de batalla. Estas ahí mirándome con ojos asesinos mientras juegas con mi miembro exhausto. Estas a mi lado, expuesta en tu belleza más fugaz: sin maquillaje, sin resortes que aten y compongan tu cuerpo, me muestras el moretón que te ha dejado la vida, te expones hacia dentro y hacia fuera. Tengo miedo, expuesta ante mi, causas miedo.

Pero no eres tu el que hablará de todo, no eres precisamente tu el que me hará conocer otra verdad, esa que guardo en lo más profundo, en lo que nadie toca con las manos, soy yo quien dirá por qué te apasiona este juego, por qué no puedes hacer ciertas cosas, por qué te gusta sentir que has encontrado tu fina estampa, hasta que yo me aleje de ti, de esa cabeza llena de furias y poemas no escritos. Yo tengo la última palabra, dejo que dominen mi cuerpo, que lo hagan a su estilo, que muerden y dejen señales que luego me causarán un placer casi estético, un placer de saber que la cicatriz cuenta cada movimiento, cada desliz de mi cuerpo por la piel del mundo.

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