sábado, 26 de septiembre de 2009

Los riscos de Alejandría...



El dolor se ha hecho pozo en medio del silencio, la sensación va de nuevo desde la boca hasta la zona en que su pubis se ha vuelto una especie de almohadilla llena de pliegues, contactos que han ido develando toda clase de placer.


El dolor le hace encender las llamas, entonces ese fuego crepitante dibuja las sombras necesarias mientras su mano hace círculos desesperados, abajo y hacia los lados, buscando algún augurio que calme la precipitación de su ahogo.


Los párpados están cerrados con fuerza pero las sombras de fuego traspasan la carne que cubre su mirada, esa que a través de la cámara capta cosas que hay dentro, en ese túnel húmedo que va desde sus córneas hasta los nervios ópticos. La fuerza del cierre se asemeja al pálpito que sus dedos intentan transmitir al vórtice que une sus piernas.


El escenario comienza a transformase y la luz que traspasa sus pupilas aparece más ambigua, como si la tonalidad sepia fuera a provocar que el espacio de su mente se transformara en una pantalla vieja, una tela oxidada donde los colores opacos comienzan a formar figuras. La imagen se vuelve cada vez más nítida y en un instante su rostro está ahí, sus labios jóvenes y radiantes, la firmeza de los músculos y la hermosa forma de la nuca que tanto le gustaba acariciar.


Los ojos verdes le miran a través de la oscuridad, le hacen sentir una calidez desconocida, de pronto toda la inocencia es volcada cuando las manos blancas y suaves le hacen girar y le recorren la espalda con una fuerza que le hace sumirse, encorvarse entre el tapiz ocre y los cojines que han traído desde Persia, entonces la suavidad y la riqueza de ese cuarto se convierten en una extensión del cuerpo que comienza a montarle. Siente el arrebato de la piel, el olor de ese bello e ingenuo chico que de pronto se ha convertido, tal como ella esperaba, en la perversión purificante, la inexperiencia no hace sino magnificar los instintos, nadie la había besado ahí de esa manera, ninguna succión ni deseo le colocó antes al borde del abismo dejándole indefensa ante el oleaje. Los besos descienden hasta el centro mismo de la maldad, la arrastran con una marea de agua dulce que de pronto parece convertirse en aceite, en olor de madera quemada, entonces sus ojos se abren y escucha por primera vez los jadeos de esa máscara donde la belleza ha sido nombrada: la lejanía del dolor es concentrada en un nuevo modo de sentir, el placer ha sido una explosión que ahora le deja vacía, él esta colmado y su sonrisa es como una soga que le hace balancearse entre los riscos afilados de un territorio desconocido.


¿De dónde ha sacado él ese dolor tan inmenso? ¿Cómo le ha llevado a ese sitio donde el placer es algo terriblemente perverso? Sin embargo él permanece tan cristalino como la verdad que defiende con la espada de un verbo sostenido a través de la inteligencia. Su arma se convierte en una daga demasiado profunda y caliente, de pronto cuando ella recobra la totalidad encuentra que él roba en cada empuje un poder, una palabra, su propio recuerdo, aquella antigua habilidad para quedarse impasible ante el rapto de otro cuerpo.


II


Abre los ojos y observa con lágrimas ardientes los riscos de Alejandría.


Han pasado 5 años desde entonces. Recuerda aquella noche en que el colapso de su mundo llegó a su cuerpo, ese que apenas estaba siendo cosido, aunque ella no estaba segura si algún fragmento se había quedado del otro lado del mundo, en los brazos de Ángel, en la memoria de Komet ó en los colmillos desafiantes de Antonio. Todos estaban ahí en su piel, adormecidos por una especie de murmullo que a ella le había llevado a dejarlos sin decir una palabra. Su desaparición era como la bruma de los amaneceres que había atestiguado en Venecia, en la isla de los candiles rojos, cerca de las aguas más turbias, más allá del paraje romántico que había logrado captar Corot, dentro de la balsa que sentía la llevaría hasta el ataúd perfecto. Ellos jamás habían bordeado siquiera esas regiones, ni imaginaron el por qué de su huida nocturna, de esa necesidad que la llevaba a dejarlos antes del amanecer, aún dando tumbos en medio de la efervescencia del licor trasnochado, lograba encaminarse de nuevo hacia ese pequeño rincón del mundo en donde ella reinaba y nadie más podía dejar ancla alguna.


La noche en que regresó a la tierra de las petrificaciones, a los cerros bordeados de espinas, a las minas donde la transgresión le había dado otro nombre y unos ojos que como halcones buscaban una víctima para volver a sentirse cazadores y no presas de aquella pasión apenas descubierta en la magnífica capacidad de Komet, en su desgarradora esencia volátil. Regresar siendo otra, aquella que Ángel había rescatado en las torres de la Catedral de Nuestra Sra. del sagrado corazón, en el centro de Roma, a dos cuadras de la Piazzoleta y el hospital de los Inválidos. Ángel y su boca llena de fórmulas mágicas, de pensamientos que giraban como números alrededor del universo descubierto. Una fuerza llena de sensaciones que difíciles de resistir, demasiado abierto a la vida, radiante y desbordado, capaz de entregarse al misterio mientras recordaba que la felicidad era un disfraz para esconderse de una culpa inconfesable. ¿Por que la había seguido aún después de ser el único testigo de su verdadera locura? Había cuidado su salvaje búsqueda la última noche del año, sabiendo que algo insostenible iba a ocurrirles. Ella recordaba la botella de tequila y fue pasando entre las manos de todos aquellos exiliados, quedándose especialmente en las suyas, porque cantaba y decía lo que a ellos hacia sonreír, otra vez era la única mujer entre esos cinco chicos llenos de expectativas sobre la vida, entonces todo giraba y parecía ser un sueño incandescente, una película extraña que alguien estaba filmando dentro de su cabeza.

Se había ido abrazada a Pablo todo el tiempo, viendo como Ángel entendía que algo había que hacer para que el amigo traicionado superara ese sentimiento de haber sido omitido. San Pablo, con las cruces y los ojos pegados en las paredes de su cuarto, con la necesidad de comprar un poco de marihuana y hacer callar los fantasmas que le asechaban por las ventanas, regocijado de poder ver el techo de la capilla Sixtina para entonces imaginar que las manos que le apretaban su garganta por la noche eran las de Miguel Ángel. Los cantos habían pasado a ser un remedo ridículo del latín, el éxodo, retorno a la puerta romana dos horas antes de que el nuevo año fuera proclamado por las campanas del Vaticano. A ninguno de ellos les interesaba la aglomeración de peregrinos que esperaban la misa oficiada por el Santo Padre desde el mismísimo altar de la basílica de San Pedro. Roma era la extrapolación de un deseo antiguo, a nadie más que a Pablo le interesaba la conversión pero esa noche todos habían desatado sus miedos gracias a la llegada del último miembro del clan, el último mexicano que había aterrizado para alcanzarles en el recorrido más definitivo de sus vidas.

El tequila había durado 10 minutos, los jóvenes rodeados frente al Coliseo habían comprado una botella de Vodka y dado que sabían había mucho que compartir, la ginebra había sido resguardada en el locker del hostal, al cual llegaron ya muy ebrios y llenos de ganas de seguir descubriendo cómo se pasaba la última noche del año en la vieja puerta Romana, entre personas de todas las nacionalidades y cuartos de 12 literas, acentos, colores, inhibiciones dejadas en países de origen, todos se mezclaban y aunque no entendieran las lenguas, entendían como éstas se entrelazaban de las más diversas formas. Ella se había colado en el cuarto donde la verdadera acción tomaba forma, los ingleses habían logrado un arsenal de licores, cada extranjero había puesto alguna bebida, así que había que probar el estilo y calor de cada país. Mientras las copas se iban pasando de mano en mano, Ángel observo que ella se había proclamado dueña de una botella de vino tinto y la chica italiana que discutía sobre que no podía llevarse nada parecía más encantada cada vez por la mirada perdida con que Eva le hacía saber no iba a convencerla de soltarla. Ángel llegó y comenzó a hacer su magia con la italiana mientras Eva salía y hacia lo suyo con los ingleses que al parecer estaban considerando ir en búsqueda de cerveza gratuita, pero para ello había que recorrer las calles hasta la Fuente de Trevi, sin embargo, llegarían ahí justo en el momento en que el año nuevo sería traducido en abrazos y apretones, por lo cual valía la pena sumarse a la celebración de cuerpos desconocidos. Eva no espero a que Ángel advirtiera su deseo de correr por las calles, logró bajar la escalera agarrándose del barandal, pero mientras cruzaba el parque no la distancia real entre la banqueta y su zancada, por lo que la caída fue algo como para fotografiarse. La botella de vino se estrelló en el pavimento y saltó en pequeños pedazos, el olor del merlot se extendió y empapó los cabellos de Eva quien sintió como su rodilla izquierda se impactaba con el suelo. Nadie escuchó porque en ese momento pasaba una procesión de artistas, alguien tocaba el saxofón, la melodía capturó su cabeza y entonces pensó que todo debía ser sólo un sueño...


Un sueño del que había despertado para mirar los riscos de Alejandría.

domingo, 28 de diciembre de 2008

La génesis de la coleccionadora: primer capítulo... "La soberbia del lenguaje divino" (cualquier semejanza con otra historia antigua es coincidencia).



Primer Desvelamiento:

¿Por qué entre Salamandras y Silfos?... por qué la mención de dos palabras que significan tanto... Dos seres que van danzando, unas en el fuego, contando secretos de magia eterna, pues en el crepitar se escucha la inmortalidad del espíritu que nos conduce hasta el dolor y el éxtasis más profundo, en cambio las segundas danzan alrededor de la luna llena, presagiando visiones y nueva vida, la que es frágil como sus propias alas... la que se incendia con un halo de amor aunque luego su sentido se vea tan resbaloso como la piel de las salamandras y sus oscuridades reptantes...un­as en el aire, otras en el fuego, el aire de lo mental, el fuego del vientre... todo llega al mismo centro in consumible. Adán y Eva en el paraíso, luego su caída... luego este camino sin finalidad...só­lo recorrerlo... por saber qué hay en el otro lado, aunque el otro lado es un otro incognoscible.­







Pecado I: Soberbia...
Virtud de poderío: Fuerza autónoma del ser.

¿Cu­ál de todos los significados e­s el adecuado para tal palabra? si miro la imagen de Adán, la imagen de un lingam henchido de sangre en primer plano...quizá pudiera decir "soberbio"... aunque la perspectiva pudiera ser equivocada.

Claro que soy soberbia, en más de un sentido. La inteligencia siempre es motor de la vanidad, así como la belleza física. Yo busco ambas cosas, ambas me seducen hasta la muerte, por ellas he ido a lugares de los cuales he salido herida, pues las espadas flamígeras siempre tienen doble filo… doble intención, doble máscara.


Las salamandras recorriendo un cuerpo, con su helado magma incendiario, con su piel que se desliza y adhiere a rincones punzantes. Las salamandras recorren mi piel por la madrugada hasta hacerme entender a los silfos que vienen del norte, como gotas lunares de espermas olvidados, esos que han ido creando huellas para que no perdamos el rumbo.

El mástil de un hombre sobresale en un oscuro mar de tentaciones, el mástil de Adán erecto sobre la tierra, Eva le recibe y nueve terremotos retumban en las ciudades destruidas, Babel nace entre las hondonadas del desierto, Adán pierde su mástil, Eva le consume hasta que éste cae rendido ante el oleaje del mar.



Ella le ofrece la manzana cuando él descansa, perdido en la ingravidez de su orgasmo, él come la manzana como si se tratara de un sexo rosado... le acaricia con los dedos, suavemente, Eva sonríe y el placer se le asoma por los ojos, Adán muerde la manzana, el néctar se escurre de sus labios adormecidos, mastica con suavidad la pulpa, la sangre, la piel... hasta perder el sentido. Eva se levanta soberbia, va hasta las puertas del paraíso, buscando a Dios, sabe que él tarde o temprano también habrá de morder su manzana, esa que lleva entre las piernas.
Soberbio... nacer pecadores y morir creando.






"La serpiente era su cuerpo, pues sólo la ondulación de su deseo podía causar ese terremoto en las cavidades, al mismo tiempo que en las cimas las nubes se precipitaban para humedecer el contacto de las pieles desnudas que ella iba saboreando con su lengua"...




Valor primigenio: La honestidad
Pecado II: Concupiscencia…


La honestidad es otro de mis pecados favoritos, SI, la honestidad parece ser eso hoy en día, pues los honestos pecan de ingenuidad en un mundo donde todos queremos "poder"... Adán conoce el inmenso poder de las palabras pero sólo Eva sabe invocarlas para venir a nombrar lo indecible, del mismo modo que los labios de Dios se abrían para pretender formarla en segundo plano, ella aprendía desde la costilla de Adán el arte de la encarnación verbal, es así que su nombre corresponde sólo a su propio deseo transfigurado, su poder vital para conducir la mano y la boca de Dios hasta el tórax de Adán y así crearse de una voluntad que sólo reaccionaba a su voz interna... la divinidad creaba su doble opuesto, la hija descarriada que sería noche, luna, misterio, libertad.


Dios conjuró a Eva desde el libre albedrío de la seducción que ejerce crear un ser más poderoso que el Originario, fue así que la voluntad del universo haría nacer al oponente más definitivo del Lingam primigenio: la cueva donde debía ser colocado para poder reproducir la semejanza y la diferencia, la irrupción de una selección afirmativa que hacia más profunda esa cavidad imposible, ese útero lunar donde el sol debía descargar sus rayos para seguir produciendo inteligencias encarnadas, seres que nacían de un centro imaginario, pues en realidad hemos sido engendrados en túneles demasiado intrincados como para poder imaginar siquiera el lugar de la presencia vital.


El deseo de Eva era una pasión templada por el silencio...condición necesaria para que el eco de la voz Divina se repitiera 9 veces en su vientre, 9 movimientos inauditos en que la sangre de la criatura vendría a formar un rizoma definido, una cadena de genes, eslabón de recuerdos y enseñanzas veladas, Eva siente como la vida será transmutada dentro de ella, Dios sólo es un instrumento para iniciar el fuego del mundo. La mujer preñada lanza los dados y el azar forma los árboles del conocimiento, de los que ella comerá cuantas veces sea necesario, lo cual es un acuerdo con Dios, sin embargo el hijo único, aquel que obedece ciegamente la voluntad soberbia del creador cósmico, tiene prohibido abrir los ojos, pues sería peligroso que un animal racional de pronto se volviese sensible. Adán debe permanecer en la contemplación fría y lógica del universo, debe simplemente saber y no preguntarse nada, su mente esta configurada para creer en la verdad de Dios y en la perfección de ese mundo creado por la palabra invocada, no debe por ningún motivo tener la capacidad de elección y eso llega con la facultad de reflexionar el significado del lenguaje divino, lo cual sólo Eva ha comprendido. Es así que ella realmente logra evocar a la serpiente y crear la sombra, logra introducir a Dios en el juego de la tentación eterna: Eva observa los ojos de Adán que no hacen más que extasiarse en la mirada ciega de su alma inocente; ella comienza a tocarlo, a mostrarle las increíbles sensaciones y entonces su voz serpentina crea la pregunta fundamental: ¿deseas comer esta manzana?, ¿deseas conocer el árbol que te han prohibido?, ¿quieres ser tan magnífico como Dios para no ser tan sólo quien da nombre a los animales, sino quien puede crear y formar sentidos? Necesito un hombre de barro para asegurarme esta deleitable imperfección mundana, quiero la pasión terrenal del hijo de Dios, quien podrá romper reglas porque en él he sembrado el deseo de excitación ante la búsqueda…



Adán cierra los ojos y ve la redondez de la manzana en su mente, siente cómo la piel crujirá mientras sus dientes penetran la carne, saborea el néctar que bajará por su cuello, la representación de la idea es más poderosa que el amor, la idea del deseo que nace en la imaginación de Adán lo hace mover las manos y colocar su boca entre las piernas de Eva. La traición ha sido tan placentera y breve que Adán no entiende la inconmensurable ira de su Padre, quien lleno de humillación y dolor desconocidos los ahuyenta, les exige que abandonen el jardín de las bellas equivocaciones y llama “ciencia” a ese poder desconocido que ha creado Eva.
La seducción intelectual del mundo a comenzado, ella sonríe y dice a Dios que no debe olvidar sus promesas, él es padre de ambos a pesar de todo, debe entonces sacrificar su orgullo y permitir que la historia que ella ha comenzado desemboque en el océano infinito de las dudas, a cambio él tendrá la adoración y el anhelo de existir en un mundo más perfecto y unitario, ese al que Adán siempre extraña y quiere retornar, es por ello que el hombre vivirá en eterna angustia por haber perdido su paraíso de contemplación en calma infinita. La mujer que abrió sus ojos también dice: la honestidad siempre conlleva dos resultados: la más frágil alegría y el dolor más intenso...
La honestidad en este mar humano es ejemplar, es la fuente de toda honestidad, descubrirnos enmascarándonos, saber lo que nadie sabe y no saber nada de quienes somos en el mundo fáctico, pero tu en este mismo instante estas conociendo más del universo, pues estas bebiendo con los ojos las palabras marinas, las esencias mismas de la invocación con que nombramos la historia múltiple y nunca finalizada de cada ser.



La honestidad de un sueño: desear lo inalcanzable, desear la distancia, lo imposible. Desear seguir el juego hasta que fuera imposible detenerse. La pasión es más honesta que el amor, sabe hacia donde va, cuando crearnos y en qué momento comenzar a destruirnos... la pasión efímera es la honestidad que explota en la despreocupació­n de dos cuerpos que sólo buscan cederse cada quien a su placer, egoísta, ensimismado, narcisista. La honestidad de un complemento libre es el deseo más oscuro y sobrecogedor, Eva sabe que su Adán llamará a ese hijo hermoso y lleno de voluntad radical: Lucifer, el cual luego vendrá a figurarse “diablo del bosque” pues coloca en el mundo la palabra más inaudita y recelosa que Adán sólo podría haber temido en sus peores sueños: incesto.


Lucifer logra amar a Eva no como madre ni como esposa, sino como mujer, como ese centro inaudito que le ha creado en su perfecta desarmonía, en esa lucha ardiente que siente dentro de su vientre, en la mediación de la inteligencia más aguda y la voluptuosidad de la sangre que fluye de su siempre dispuesto Lingam. Él será el amante de Eva, el amante que beberá el Grial de donde él mismo ha sido engendrado, el Zeus que volverá a inseminar a Gea para que la Tierra sea poblada por la raza más infame y soberbia: los hijos de Caín. El verdadero hijo engendrado por Dios será llamado varios siglos después: anticristo.


Adán observa entonces a su único hijo, quien nació un año después de Lucifer, quien seguramente porta su desconocimiento del bien y del mal, entonces comprende que Lucifer tuvo que haberse concebido antes de que él mismo mordiera la manzana de Eva. Un sentimiento extraño comienza a inundarle la garganta, el sabor es amargo pero produce una calidez ambivalente en su alma arrepentida. Abraza a su niño enfermizo y culpable, a quien da el nombre de “Abel”, pues es como una sombra pálida de su propia ignorancia. El niño siente un remordimiento terrible pues no se atreve a expresar el deseo sensible por su madre, pues el temor a sentir el desprecio de su padre mortal es mucho más represivo que la misma envidia y celos que la relación entre su madre y medio hermano le provoca.


Entonces lejos del terrible Lucifer y su endemoniada esposa, al pie de la montaña que divide el paraíso de la Tierra humana; Adán comienza la educación de Abel, le enseña el nombre de Dios, lo hace repetirlo 9 veces cada día y le promete que de alguna manera volverán al paraíso, porque ellos serán salvados siempre que consigan agradar los ojos de Dios, quien sin duda tendrá que maldecir la otra especie, esa que han creado los deseos innombrables de Eva y Lucifer. ¿Con qué mujer reproducirán la estirpe temerosa de Dios?, ¿en qué cueva imposible harán nacer más almas aturdidas por el dolor de la caída primera?, Adán y Abel lloran ante las rejas cerradas del jardín equivocado, Dios escucha complacido ese canto abyecto, esa necesidad de sacrificio voluntario que ellos proponen otorgarle eternamente. Dios les crea a la segunda mujer: María… quien concebirá sin pecado original, pues ella no nace de la carne de Adán sino del espíritu voluntarioso de un Dios que ha comenzado a comprender lo soberbio que puede ser el amor que uno siente por sus criaturas.


Eva presiente que otra hija lunar ha sido evocada, algo extraño ha sucedido ahora con el antiguo lenguaje de Dios, pues se ha convencido de que la pureza y el sacrificio eterno son las dos virtudes más necesarias para poder “olvidar” ese terrible pecado cometido por su primogénito. María enseñará a los hombres lo malvada y sucia que ha sido Eva, quien de ahora en adelante será conocida como “Lilith”, la mujer demonio que devora el placer de los hombres, no importando si ellos son sus hijos, sus hermanos… su padre. Será Abel y el primer hijo de María quien inventen un nuevo nombre para la incandescente belleza de Lucifer, quien además de poseer el mayor atractivo imaginado en la mente de Dios, es el portador de un lenguaje mejorado, aquel donde la representación pensada por Eva toma el carácter de símbolo. Para la estirpe maldita, el nombre de su padre es una mancha poderosa: Caín y la inversión de una historia demasiado conocida: el asesinato de un hermano “débil”, obediente y temeroso de Dios. María, Adán y el hijo encarnado de un espíritu santo llamaran a Caín el ángel caído, el hermoso tentador que como imagen opuesta de Dios será conocido desde entonces como “Diablo”. Que cerca estaban ambos de la apariencia errante, sin embargo Dios convoca la “verdad” como si esta fuera su propia emancipación del origen. Lucifer abraza el modelo de su madre y amante, quien no soporta esa moralidad absurda de corromper el lenguaje llamando de un modo distinto a lo que simplemente ha sido… la mentira se volverá un engaño, cuando en realidad siempre contuvo la esencia de lo que podríamos haber observado de haber estado “presentes” en ese génesis veleidoso, no pasarían demasiado siglos para que los rumores fueran de labio en labio, no pasarían demasiadas centurias hasta que el hijo de Dios bajara a la Tierra para enfrentar la escritura de los nombres a una nueva alianza.

Más esa parte del origen falso se encuentra en otro testamento, en el que la palabra “nuevo” sólo indica una negación más contundente de nuestra antigua madre y amada… una confrontación con Lucifer en el desierto y un llamado a los hombres para que sean ellos mismos de ahora en adelante los portadores del signo enfermo, ese que Adán, Abel y el nuevo hijo de Dios, vendrán a crear en un momento de suprema coronación: en lugar de que la madera siga usándose para calentar a los hombres, ahora será usada para formar cruces, signos de alabanza entre la materia y el espíritu de Dios, las cuales también serán los instrumentos de un sacrificio mucho más tenaz y definitivo: la muerte del primer hijo de María como promesa de salvación a los hombres, pero no sólo a los que nacieron de Abel sino ante todo de los que han vivido bajo el signo de Caín, pues son ellos las grandes fuerzas activas de las cuales debe apropiarse Dios y Adán para asegurar su primacía en el “cielo”.

domingo, 3 de febrero de 2008

¿Has amado a alguien que no desearas sexualmente?




La pregunta rompió el aire como si una flecha rabiosa hubiera sido lanzada desde una mente igualmente rutilante. Mi primer pensamiento fue “me encantan los hombres con cara de pájaro…con partículas de ónix acerado en el cerebro… con piel esmaltada y boca leonina”. Luego mi cuerpo y -no mi mente- regresó al cuestionamiento, mientras él me miraba con sus cejas de águila, con la seriedad criptica de quien roza los abismos más ausentes.
El silencio se prolongó hasta que la sagacidad de ónix pasó a una sigilosa ironía verde jade, entonces sus labios volvieron a moverse pero no escuché una sola palabra, sólo vi ese rostro maduro e insondable, algo así como un espejo en donde el agua es tremendamente transparente pero por eso mismo no ves nada más que tu reflejo, lo cual produce una sensación de rebote ambivalente. De pronto un detalle me hizo detener mis ojos sobre su cuello, por increíble que parezca alcancé a percibir como sus venas latían, incluso puedo decir que pensé estar escuchando el sonido de su sangre pasando a través de ese sitio frágil y hermoso que esta debajo de las orejas.
¿Entonces no me vas a responder?
Por fin su voz acalló ese latido lánguido que yo escuchaba con los ojos. Le miré la boca para poder escucharlo y tuve que esforzarme demasiado para centrar mi mente en otro recuerdo que dejara de hacerme pensar locuras sobre él. Mis dedos empezaron a moverse sobre el filo de la mesa, mis piernas se apretaron contra lo que sentía retraerse ante la sola mención de esa arma caliente que es el sexo. Pensaba en mis amantes, en alguien que hubiera amado pero que no se hubiera destacado en la cama, entonces la respuesta fue otra inquisición ¿cómo se transformará su rostro de águila durante el orgasmo?, ¿su boca seguirá teniendo ese rictus de formalidad extrema? Mis ojos fueron de su boca a su sexo, pues él es de los hombres que se sientan lejos de la mesa, como dibujando el alejamiento que hay entre sus deseos y la razón. Sin poder evitarlo me detuve ahí, debajo del cinto y observe por segundos para calcular. ¡Dios! Vaya que me he vuelto una conspiradora contra conversaciones comunes.
¿Qué estas pensando?
Su voz aún lejana me hizo mirar ya no sus ojos sino la ventana, mis pensamientos se agolparon y huyeron como si él hubiera notado cada movimiento y supiera que yo deseaba brincar sobre él y descubrir algo más allá de su atormentada lógica. ¿Cómo seducir a una máquina tan sensible? Seguro ha pasado demasiado tiempo desde que me preguntó aquello del sexo y el amor. Pero… ¿amar a alguien que no te produzca deseo?, ¿se puede? Como si hablara conmigo misma me escuché decir: yo amé a alguien que no parecía interesado en el sexo, no era demasiado bueno, quizá por su inexperiencia. Pero no se trataba de sexo, el amor era más grande. Sin embargo tenía que satisfacer la parte puramente sexual con otros, porque con él sólo era amor.
Las imágenes fueron invadiendo mi cerebro como si se tratara de ayer: él un apasionado de la música, un hombre de ojos puros y sonrisa tímida, un alma demasiado calma como para buscar los insondables placeres del cuerpo y sin embargo, un solo beso podía hacerme sentir perdida entre un sol cálido, un otoñal viento que me llevaba hacia lagos hondos de un sentimiento irrepetible: el amor espiritual.
Los días eran tan claros como las noches, en especial porque todo estaba enmarcado por sus manos en la guitarra, por los celos que me daban cuando él prefería tocar a pesar de estar conmigo y eso que contábamos el tiempo pues había distancia por recorrer en cada visita. El amor estaba condensado en una caricia, un abrazo, una mirada que me hacía el amor, que me inundaba de certeza, me atravesaba así, en cualquier lado. Pero cuando yo buscaba su cuerpo era como si todo eso que fluía entre el aire, de su boca a la mía, se convirtiera en una tensión, en un límite, en su cuerpo falto de ruptura cuando la pasión me hacia querer más.
El recuerdo llegó de golpe: el orgasmo físico alcanzado en el baño, yo sentada sobre él con el agua golpeando nuestras caras. Uno de los mejores orgasmos físicos de mi vida porque estaba siendo alcanzado con un hombre al que ame por ser bello, por ser justo y digno. Sin embargo, faltaba la suciedad, faltaba un arrebatamiento, algo que me mostrara más que su belleza ó candidez. Necesitaba el rapto de la obnubilación, quería sentirme deseada sólo por la materia, por aquello que nos hace egoístas: la brutalidad de la carne, la urgencia por cavar, traspasar, lamer lo más profundo. Él nunca mostró esa clase de deseo. Yo no podía hacer más que el amor con él. Sé que lo ideal es que los sentimientos vayan juntos, no creo haberlo encontrado aún.
Por fin regresé al presente para verle otra vez y me di cuenta de mi discurso en voz alta y encontré una sorpresa en él, ese hombre que por fin conocía después de tantos años, lo cual produjo un estupor, una especie de red virtual, por otro lado yo quería hablar de eso, su pregunta era inherente al encuentro mismo. A él le deseaba en ese instante de un modo ambiguo, aunque en el fondo todo se trataba de una comprobación, primero la de su existencia y después la de su genio. No era fortuito que se tratara precisamente de un hombre con quien podía discutir de cualquier cosa, sentirme alabada para después encontrar que opinábamos completamente distinto y terminar cada quien defendiendo posturas extremas, pero él sabía bien algo que muchos tardan en comprender, sabía leer mi escritura, conocía bastante mi parte inaccesible para muchos y no porque no la ofreciera como si se tratara de un agregado a la ropa, a los accesorios, sino porque hasta ahora sólo él me había conocido como escritora, como alias, como espejo.
Y en él encontraba esa voz y ese gusto por la literatura y los temas del mundo, él -tripulante de una nave crítica donde todo objeto interesante era degustado-; lo que más admiro de él es cuando su mente de navaja pasa por todo ser, por cualquier cosa que le brinde batalla. Su gusto por destruir y rebajar hasta el hueso me hacia ver que quizá él era el indicado para descubrir hasta lo que oculto de mi misma. Si existiera hombre en la tierra interesado en leerme y quizá con la capacidad de entender un poco sería él. Por eso necesito calarlo, necesito romper esta imagen llena de palabras y hacerlo corpóreo.
Los fantasmas digitales que hemos sido se van ahora cristalizando en cuerpos que se hablan sin mirarse todavía. Tengo la sensación de que puedo ver sus órganos, la nuez de su garganta moviéndose cuando traga saliva, la luz colapsada en su iris cuando algo le hace sentir deseo. Veo incluso su cabello erizado, el misticismo de su cuerpo delgado, su rigidez, su piel tensa y sedosa como cuerdas de violín a punto de ser tocadas. Me gusta lo que veo, me gusta poder ver el cuerpo a través de la transparencia.
Me he imaginado lo que él me ha dicho: que a pesar de la enorme inteligencia, de su pasión por el intelecto y el ajedrez, es un hombre ahora maduro al que le incomoda su soledad. Es alguien que por lo que cuenta parece ser muy apasionado, alguien que para ser libre en el sexo y en el amor esta en búsqueda de un igual. Yo en cambio sólo sé que me gusta ser descubierta como escritora, me gusta lo que él responde a mis palabras, incluso es desafiante porque a veces simplemente no contesta, la frialdad atraviesa los cables y sé que no esta de humor, que anda con su nube encima de la maquinaria que hay en su cabeza. Me lo imagino como una máquina afinada, terriblemente sensible. Lo mejor de dos mundos: la frialdad lógica que le hace filtrar todo lo que ve y quitarle los disfraces; el corazón galopante de poesía, conocimiento místico y furor.
Me ha hecho pensar en varias ocasiones que si él descubriera algo que cambiara la manera de ver el mundo y si aún hubiera grandes inquisidores, le perseguirían como a Giordano Bruno. Su imagen virtual, su escritura de esgrima me hacen sentir que su cuerpo esta lleno del furor heroico y que su pensamiento hace una cena de cenizas cada noche. Sólo quiero enfrentarlo, conducirme ante él con el riesgo de que al conocernos todo lo imaginado caiga cual torre de babel. Sé que yo estoy en el mismo puente colgante, sé que él teme que no sea esa que anhela ver, tocar, sentir. ¿Buscará una herida para probarme?
Él, hombre que he imaginado desde este presente me mira a un tiempo: observa más allá de mis ojos, creo que absorbe mis palabras, todo lo dicho y su silencio. Se levanta toma mi mano y el impulso eléctrico llega hasta ese punto donde parece que todo colapsa, sé que sabe exactamente el valor de mis pensamientos, aún no sé si le gusto materialmente. Salimos del café, me suelta y caminamos lento, nadie dice nada, quizá en todo este tiempo nuestros fantasmas han dicho demasiado. El poeta va en busca de su destino, me mira otra vez cuando nos detenemos a cruzar la esquina y por alguna razón sus ojos dicen “Nietzsche”. Caminamos más hasta el límite de la ciudad, le observo de perfil, esta oscureciendo, su sombra dice: “Sartre”. El pensamiento extraño y aglutinante se cierne sobre nosotros: “Hamlet y el suicidio”.
Me dice al oído: “¿Te imaginas?, dos extraños deciden suicidarse juntos”. Y de pronto esta clara la unión, se perpetúa en un beso de labios fríos que van convirtiéndose en lava, la noche enciende su farol y siento esa muerte trepidante que va de sus neuronas a las mías, escalofríos y brisa mordaz alrededor de los cuerpos que comienzan a tocarse. Descansamos sobre el árbol de la vida, en sus raíces, ¡la pequeña muerte por fin tiene sentido!, hemos conjuntado la soberbia trilogía: escritura, sexo y muerte.
Olvidamos por fin la cuestión del amor, aceptamos que hay seres que no somos dignos de ello aunque en secreto lo anhelamos. Su cuerpo desnudo parece demasiado pálido, es delgado pero hay algo que lo hace sentirse como si pesara más, como si fuera una roca bajo la cual comienzo a expandirme.
¿Por qué me hablaste de ese amor, de ese hombre puro?
No lo sé, me hiciste pensar en ello, recordarlo.
Su mano aprieta mi sexo, sus dedos se enredan y todo eso mientras me mira en la noche con sus ojos ahora acerados, todo su cuerpo es ahora navaja que rasga y penetra. Me muerde y siento el sabor de la sangre, no puedo moverme, siento que esta controlando cada espasmo, que sabe dirigirme, se detiene. Veo algo que parece humedad, algo que sale de su rostro y cae sobre el mío, la sal y la sangre se mezclan.
¿Quieres morir conmigo?
La frase me lleva hasta el final, no me muevo, tengo el presentimiento de que si lo hago me perderé de esa emoción aterradora que va subiendo desde mi vientre hasta mi pensamiento, él me hace concentrarme en su cuerpo, en su mente, me engulle como si ese yo que tanto aprecio se desdibujara ante el poder de su razón y sensualidad. La muerte me llega como una oleada, todo se tensa, aspiro el olor de su cabello y otra vez la sangre que va brotando con más fuerza, me inunda y mientras mis manos se aferran a la tierra voy cayendo, dejo de sentirlo, mis ojos cerrados escuchan como él grita y sigue hacia dentro, me arrastra, intento detenerme pero la fuerza de su ser es mucho más voluptuosa, desconozco el pasado, ahora sé que el ayer era sólo un simulacro. Sigo flotando junto a él, la noche se estrella, los planetas nos observan con júbilo. Sus preguntas siguen penetrándome, sigo aniquilándome en su recuerdo, quiero desfallecer con él hasta el final.

sábado, 12 de enero de 2008

CHOQUES ELECTRICOS IMAGINARIOS




El hombre es un ser sexual por naturaleza.

¿Qué otra situación sino su placer es un territorio sin limite?...


Enrique había despertado a la 1:00am con la siguiente frase en medio de las cejas: “busca el símbolo, tu lugar favorito sobre la tierra…”. No lo había pensando mucho, si algo sabía era que prefería sobre cualquier otra cosa el coño siempre húmedo de A.
Era el sitio perfecto porque ahí no se daba cuenta de nada, él sólo quería estar dentro de ella, esconderse en su útero húmedo, porque al adentrarse él no sabía nada del exterior, no importaba más nada que el movimiento dentro de ella, sus contracciones y su olor. La conexión sexual que él siente con ella es suprema, es algo inusual para él, las otras mujeres en comparación con A. parecen fingir siempre sus orgasmos. Enrique no puede gozar más que a través de los gestos y las intenciones de las mujeres, es algo que esta asociado con su niñez, con la hermosa cara de su madre. No es que A. sea parecida, sólo es que su orgasmo no necesita de gritos ni de temblores, su orgasmo es algo etéreo que se lee en el rictus de sus labios –haciendo palabras- y en lo desorbitado de sus ojos cuando comienza a gemir tan leve en su oído.
A. Le dijo a Enrique: “con nadie he tenido esta clase de placer, con nadie. Yo pensaba que era frígida, lo pensaba hasta que conocí a J. pero ahora vienes tu y me haces ver que eso era nada, nada. Yo le decía a J. que él estaba hecho para hacer el amor y era cierto, él sabe hacer el amor y hacerte creer que te ama. Pero TU, tú tienes algo en tu sexo, en tus nalgas, no sé, nadie había movido la cadera como tu lo haces, nadie besa así, eres sexo puro, no sé por qué me gustas tanto y por qué le produces tanto placer a mi cuerpo y entre todo ello nunca he pensado en enamorarme de ti, sé que no es necesario, estaría de más.
Cierto, Ana era el mejor lugar del mundo porque no necesitaba amarlo, porque nunca iba a ser ella quien a las tres de la mañana llegara JADEANTE, con una urgencia repentina, Ana no tenia espacio para eso en su vida, no ahora, quizá nunca. Lo cierto es que pronto sabría de nuevo lo que Enrique podía hacer, pero sólo con ella. Eso era un problema relativo, es bueno que el lugar favorito de alguien no este en cualquier lado, dentro de cualquier persona. Ana era el sitio donde Enrique podía esperar horas hasta que el sitio mismo comenzara a hervir, entonces sentía la sangre europea-india, sentía los labios delgados convertirse en una succión grave y prolongada. Ana de pronto salía de si misma y se convertía en otra mujer, entonces él se olvidaba de la ausencia, de que ella no lo buscaba –porque así estaba bien- y su eyaculación se propagaba dentro y fuera, larga, imparable, más larga e intensa que con cualquier otra mujer. Si ella no le pedía que se detuviera, que terminara afuera o que dejara se calmase un poco, Enrique permanecía dentro, gustaba de quedarse ahí con la cabeza clavada entre el cuello y el hombro de Ana sintiendo ese olor indescriptible que ella tenía en su cabello.
-¿A qué huelo? Pareces un perro olfateándome, parece que quieres comerte el olor. Eso me da risa, siempre me jalas el cabello, lo muerdes. Seguro es el olor de mis pensamientos lo que tienes en tu boca. ¿A qué otra cosa sino a pensamientos puede oler la cabeza de uno? Tú no has de pensar, nunca hueles a nada.
Enrique comenzaba a reír, comenzaba a tener esa risa de ataque contagioso mientras Ana le miraba con sus ojos acuosos y le besaba jalándole la lengua. Entonces sentía que empezaba a crecer al instante, sentía un cosquilleo en el glande que iba recorriendo su miembro hasta de pronto sentir que otra vez toda la fuerza de su deseo estaba ahí y mientras menos se moviera llegaría un punto en que ya no sentiría sólo su erección sino la excitación rebosante de ella, dentro de ella, en sus paredes, en esa cavidad que él nunca vería con sus ojos pero que sabía imaginar cm a cm. Se quedaba quieto besándola, ella era quien comenzaba el ir y venir en círculos, su ondular lento producía a Enrique una sensación de estar clavado en el centro del mundo. Sus manos acariciaban el trasero como si lo amasaran y ella se reía porque él comenzaba a no poder impedir los sobresaltos de su propio cuerpo, hasta que no era él sino el deseo puro quien copiaba el ritmo exacto de Ana y entonces en cuestión de minutos ella le pedía que acelerara, que le hiciera sentir la noche o el día, lo que fuera, sus palabras se convertían en una orden: “’¡cógeme así, vamos cógeme si, así, así!…” La frase “me encanta como me coges” le producía choques eléctricos en sus testículos, justo cuando ella lo decía él se imaginaba su lengua, sus manos, esos gestos que ella hacía cuando él comenzaba a convulsionarse y ella apretaba sus manos contra su cadera y lo hacía incrementar el ritmo hasta que parecía taladrar y Ana terminaba por extender las piernas, rasguñar su espalda, empujarlo hacia afuera y dentro para luego besarlo mientras él apretaba los ojos y ella pronunciaba el último jadeo, el último “así…”.
Ahora su mano era Ana, su mano era la vagina de Ana ejerciendo presión, los choques eléctricos eran imaginarios.

miércoles, 9 de enero de 2008

Soda Programable.


La coleccionadora entró a la habitación de Antonio, la oscuridad era permeada por la luz incandescente del monitor de la laptop que parpadeaba en modo suspendido. Ella llegó y con el roce de sus dedos provocó que la maquina se encendiera otra vez. Un e-mail nuevo, ese e-mail que como carta en buzón iluminó de rojo la sonrisa de la coleccionadora que sin pensarlo dos veces dio enter y comenzó a leer:

Advertencia: el que este divague este escrito en segunda persona no significa nada, cualquier semejanza con cualquier otro viaje es mera coincidencia.

Lo que voy a escribir no entra en el estilo de esos dos blogs que nadie lee y que mantengo sólo por el hecho de que virtualmente es mejor publicar que seguir quemando mis escritos, al menos un par de árboles me agradecerán que este borboteo de palabras –sea cual sea su intención- ahora sólo se de a través de bites imaginarios que por casualidad cibernauta quizá alguien lea un día.

La realidad es que dentro de mi honestidad virtual cotidiana: me importa un reverendo carajo que me lean o no, que me escuchen, que me quieran. Pero pocos pueden creer que esta pretensión sea real. Me dicen que en un par de años cuando tenga una casa, un jardín, una cerca, un labrador (negro en este caso), mis dos hijos –parejita por favor-, mi esposo –encantador, poco nocivo… mi mustang 66… en fin, cuando tenga todas esas ilusiones que de hecho nunca han existido como tal en mi cabeza estaré “tranquila”, “satisfecha”, “bien”.

Que no me crean que me importa un carajo da igual, como todo. Pero no puedo evitar ponerme a pensar por qué hay tantas formas de ver –según el ojo y el cristalino con que miren-, pero no sólo eso sino que el objeto que soy muta de forma según el espectador que me recrea. Así que me propongo artilugio obsceno por esta noche, para que puedas apreciarme en algunas de mis dimensiones y quizá por un instante dejes de juzgarme, de proponerte descifrar donde esta el fallo, la mentira, el adorno, sólo mira mi desnudez verdadera, no la de la piel, bien sabemos que ahí no hay nada del otro mundo pues no me he dedicado a cultivar mi cuerpo. Entonces la conversación que nunca tendremos va más o menos así:

El objeto mira a su espectador: él le pregunta al objeto:
-¿Crees que del sexo pueda nacer el amor?

EL OBJETO: No… quizá no porque el sexo siendo sólo sexo es autodestructivo.

Espectador: Yo desde mi logoterapia masculina adaptada a todo un criterio ultra literario, científico y culto… creo que quienes tienen sexo sin amor sólo buscan en el lugar equivocado, pues del sexo no viene nada más que de la obnubilación de los sentidos. El amor en cambio, el erotismo como zona intermedia entre el amor pulcro y el sexo perverso… eso es lo que me interesa.

El objeto: No todo sexo es perverso, puedes hacer el amor y el sexo, puedes estar enamorado y sólo hacer sexo, puedes amar y no tener sexo, puedes hacer el amor y no sentir el sexo.

Espectador: tu no entiendes nada porque sólo eres un objeto. YO soy el que razona, yo soy la mente, la espada, el macho, el principio ALFA que viene a inundarte. Así que como poder me trato de colocar por encima de la montaña y desde ahí te digo: el sexo sólo se trata de manipulación corporal, de un deseo instintivo de reproducción desviado hacia los recovecos perversos de los hombres y mujeres –idiotas- que por no tener mayor elevación de espíritu caen en esa necesidad PERVERSA y en esencia aniquiladora.

El objeto: ¿Me das permiso de proponer mi versión de tus “hechos”?... como objeto que soy y en mi poquísimo entendimiento puedo afirmar que tus nociones de sexo y amor son completamente distintas a las que otros espectadores han vaciado en mí. Hay algunos que me buscan y me usan por mero placer y ciertamente no piensan en si su objeto del placer a quedado un poco satisfecho. Eso no importa de cualquier manera, solo soy un objeto. Sin embargo hay espectadores que buscan interactuar con el objeto a través de un sexo mucho más terapéutico y sólo es sexo porque busca satisfacer una necesidad primordial que no es la reproducción pero que sirve de pretexto: la liberación de stress.

Espectador: ¿convertir el encuentro sexual en algo tan burdo como una terapia contra el stress?, mejor irse al gimnasio, mejor pintar un cuadro, escribir una novela, ayudar a los niños pobres…esas son buenas formas de liberar la presión y a la vez no dañarse.

Objeto: Hasta para lo que yo soy en este momento tu perspectiva y mirada me parecen netamente ABSURDAS. Un objeto predispuesto al placer y puesto en cualquier posición dado que no tiene limites pues no ha sido programado para ello y ni siquiera tiene comprensión de la palabra “perversión”… (peligro, en dos segundos su pc entrará en el modo de hibernación)… debo decir que estoy a punto de ponerme en OFF.

E-mail rescatado en el portapapeles, después de la hibernación obligada a causa de la falta de energía sexual en el objeto:

Como podrás ver este tipo de conversaciones no llevan a ninguna parte, el sexo tampoco, el amor a veces sólo conduce a callejones sin salida y deja su rastro de sangre por doquier. Gustar del sexo puede significar entonces: que me gusta el sexo, es decir la parte masculina o femenina, ya sea el caso, que me gusta apreciarla, sentirla, olerla. Que uno descubre en el sexo de otra persona un mundo alterno donde los deseos colapsan, eso claro en teoría. Encontrar la belleza del sexo, de esa parte intima e inédita (en la mayoría de los casos, a menos que hayas hecho zona de trabajo esta parte de tu ser)… encontrarte en esa zona que ocultas con tanta delicadeza y que sin embargo mueres por exponerme desde tu impúdica necesidad de ser visto, probado, puesto en movimiento. Seas quien seas… tu sexo no debería confundirse con una perversión. Y si así fuera seguro la perversión deviene del latido con que el universo mismo se contrae y expande en su eterna exhibición arbitraria y pluralista.
Gustar del sexo como la acción a desarrollar entre dos sexos: más que defender al sexo te quiero hablar del sexo que me gusta es decir sin tomar en cuenta tu defensa para el bello amor… diré que el sexo con amor o sin amor debe ser intenso o mejor nada. Para simulacros de ocio mejor mi mano. El sexo sin amor puede ser mera técnica y debo decir que la mayoría de las veces es mecánico, autómata y ahí si no hay nada que hacer, a mi me aburre y recuerda que soy un objeto programado. Algo así como una soda que si la sientes demasiado simple le agregas vainilla o si aun te gusta más empalagosa: chocolate y si quieres algo muy refinado: fresa al limón. El caso es que hasta la soda más simple se queda estática ante el mecanicismo, por ello Descartes como todo buen filosofo con método no gozo de mucho éxito con los objetos programados para el placer. Así que el sexo técnico por mucho que sea de dos a tres caídas resulta más que banal, tedioso. Entonces por favor: no quieras practicar todas las posiciones del kamasutra contra reloj, no des instrucciones si no te las han pedido. Una cosa es decir lo que quieres, indicarlo con sutileza y capacidad de lúbrico juego, otra es decir las palabras y conducir la mano como si se tratara de cambiarle la velocidad a un coche. En fin, no quería ponerme aleccionadora. Entonces trataré de pensar como es el buen sexo.
Quizá comienza con algo de inesperada originalidad: puede ser cualquier detalle, cualquier cosa imprevista como el deseo en los ojos, como el deseo de contenerlo un poco o desatarlo con furia según la respuesta de quien lo tenga enfrente. Hay gustos Y modalidades infinitas, tampoco es que mi discurso tenga un fin específico, sino tan sólo demostrar que en algunos casos hablar tanto de sexo puede también conducir a no desearlo. Temo caer en ese renglón pero como todo es mera especulación …

p.d. Piensa en mi como en una soda programable… acierta la combinación y todo será un éxito. Incluso puedo ser oral, puedo decirte lo que quieres oír además de tener el sabor exacto de tu helado favorito. Piensa en mí como un espejo al que puedes decirle tus secretos más tenebrosos… no quiere decir que vayas a realizarlos pero puedes contar con que no dejaré de reflejar tu propio deseo y sus mil reflejos adyacentes. Piensa un poco en mí cuando leas estas palabras. Piensa en la noche larga, desnuda, filosa como el ónix sobre el cual deslizas tus más entrañables …

jueves, 25 de octubre de 2007

El Infierno... congelado.


I recent your call
I recent your name
I recent your color
I recent your smell
I recent you
I recent that
I don’t have a choice.

Hay luces que nos hacen desesperar, que nos oscurecen la vida con su irrupción, casi tan oblicua y mortal como esa negrura que nace del vacío.

Te he llamado por tu nombre, te he reconocido, sé el olor de tu esencia, probé tu sabor diluviano, mordí lo más profundo y después abrí la puerta para no necesitarte más. Hasta probarte nunca pensé llegar a tales conclusiones sobre el amor, el sexo, la identificación y los absurdos enamoramientos que llegan hasta lo imposible.

Leonora Carrigton es el emblema de la unión, es el rostro que me seduce cuando pienso en ti pero disfrazo eso que siento con el matiz intelectual de un acto: he creído que te quiero y necesito, pero en realidad sabemos que eso de representar lo mejor que ha pasado hasta ahora en la vida de alguien es el comienzo del fin. Nuestro inicio ha sido eterno y nuestro final breve. Nunca creí que te decepcionaría precisamente por no desear la carne que cubre tus huesos.

Te confieso que el prejuicio puede ser avasallador, pero en lo más intimo de mi conciencia siento que mis resabios para tocarte se deben a que lo que deseo penetrar de ti no esta en tu piel, no esta en los recovecos de tu forma humana. Lo has dicho perfectamente bien: tu necesitas alguien que te quite la ropa, yo no deseo ver tu desnudez mortal, ni tu orgasmo físico, pensé que en esta clase de perturbación podría llegar más lejos. Desearte era intentar un mecanismo etéreo, una fusión justa de los componentes de una pasión duradera. Por supuesto, la lujuria no me era del todo ajena y por ello cedí a ella cuando el instinto ganó y decidí hacerte el amor arrebatado.

¿Qué tiene el alcohol que estimula de modo tan definitivo a nuestros instintos? Esa única noche en donde todo fue posible marcó el inicio de un fin imprevisto pero consecuente. Dices que nunca podré quitarte la ropa sino es alcoholizada, dices que requeriré embriagarme para poder hacerte el amor. Quizá sea verdad, pero la verdad de fondo es que no buscaba un placer tan superfluo ni una sublimación carnal. El orgasmo entre mujeres es el esfuerzo máximo de una invención donde el ego se besa y erosiona a sí mismo. La mujer busca darse placer mano a mano, confrontando la sutileza que se vuelve un jadeo intermitente de lucha femenina. Lo curioso es que explorar el sexo y el amor a veces, casi siempre, es una imperiosa necesidad, una anticipación que nunca es opacada por el momento central. Sentía más placer con tan sólo tenerte cerca, a un centímetro, pensando qué iba a realizar contigo, sentía la satisfacción plena del deseo que no necesita consumación para brindarnos un éxtasis profundo.
Resiento que al final de todo pueda más en ti el abandono al cuerpo. Los anhelos se bifurcan, nada ha pasado, tan sólo…
Será una posibilidad insomne, tal como todas las otras que esperan realizarse en tu trayectoria.
Sé que un ángel te quitará la ropa para que puedas dormir tranquila, sé que mientras lo haga evitarás pensar en mi, sé que cuando el ángel no sepa como llegar hasta tu abismo desearás volver a sentir mi infierno congelado.

Pero nadie puede entrar dos veces al mismo círculo del infierno.

Deux Luz Eterna.

viernes, 21 de septiembre de 2007


La coleccionadora abrió el diario en donde estaba el separador, la tinta color magenta estaba ahí, entre las páginas de pergamino, el olor era el mismo que Antonio había sentido en aquella nota, pero esta vez la caligrafía era más despreocupada... los dibujos eran peculiarmente duros, como si el trazo emergiera de una mano que sabe como trabajar el arte de la persistencia.



"Sexo, crueldad, muerte alegórica de lo frugal."

Esta escena me llevó a pensar en la Muerte --la de las viejas alegorías; la protagonista de la Danza de la Muerte. Desnudar es propio de la Muerte. También lo es la incesante contemplación de las criaturas por ella desposeídas. Pero hay más: el desfallecimiento sexual nos obliga a gestos y expresiones del morir (jadeos y estertores como de agonía; lamentos y quejidos arrancados por el paroxismo). Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Báthory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo. Pero, ¿quién es la Muerte? Es la Dama que asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir. Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque, ¿cómo ha de morir la Muerte?... Pizarnik.

La crueldad y la muerte. El sexo, creación, destrucción, vacío. A propósito del orgasmo: la pequeña muerte fugaz que alcanzamos en un jadeo trasgresor. El sexo sin amor: un arrebato consumado ya desde la sola idea. Llegar, sólo querer ser un instrumento, una cueva donde excavar, un lugar para que cualquier otro ingrese y arrebate con su propia furia lo que ahí se ha olvidado. El sexo cruel y enfermizo del hombre que no puede amar, algo así como un faro en medio de una tormenta donde ninguna sirena puede sino mirar desde lo lejos esa luz que le llama. El sexo cerrado y seco de una mujer que se moja cada vez que su mano recuerda alguna ocasión digna, mano que debe intervenir para alcanzar el placer con cualquier hombre.
Sexo pueril: una muerte que llega cuando alguien tropieza con un ladrillo en la calle, cuando alguien se resbala en la bañera, cuando te atragantas con una aceituna ó simplemente olvidas cómo era respirar. Sexo que se tiene con cualquiera en cualquier lado y entonces la fugacidad cobra aún más un sentido excelso, sólo pruebas la piel, ni siquiera quieres conocer el nombre.
El vacío y el arrepentimiento en alguno de estos casos es similar al que sentimos cuando estamos frente a un ataúd, cuando pensamos todo aquello que no hicimos por el muerto. El vacío sólo es el engaño de nuestro instinto que nos hace creer que esa clase de sexo es destrucción en esencia, pero más que destrucción es un vano aniquilamiento de proyecciones no cumplidas, sólo es una traslación de un vacío existencial a un desliz físico.
Es un tormento deliciosamente frugal y vano, pero he ahí su encanto y consecuente adicción.
E.