miércoles, 9 de enero de 2008

Soda Programable.


La coleccionadora entró a la habitación de Antonio, la oscuridad era permeada por la luz incandescente del monitor de la laptop que parpadeaba en modo suspendido. Ella llegó y con el roce de sus dedos provocó que la maquina se encendiera otra vez. Un e-mail nuevo, ese e-mail que como carta en buzón iluminó de rojo la sonrisa de la coleccionadora que sin pensarlo dos veces dio enter y comenzó a leer:

Advertencia: el que este divague este escrito en segunda persona no significa nada, cualquier semejanza con cualquier otro viaje es mera coincidencia.

Lo que voy a escribir no entra en el estilo de esos dos blogs que nadie lee y que mantengo sólo por el hecho de que virtualmente es mejor publicar que seguir quemando mis escritos, al menos un par de árboles me agradecerán que este borboteo de palabras –sea cual sea su intención- ahora sólo se de a través de bites imaginarios que por casualidad cibernauta quizá alguien lea un día.

La realidad es que dentro de mi honestidad virtual cotidiana: me importa un reverendo carajo que me lean o no, que me escuchen, que me quieran. Pero pocos pueden creer que esta pretensión sea real. Me dicen que en un par de años cuando tenga una casa, un jardín, una cerca, un labrador (negro en este caso), mis dos hijos –parejita por favor-, mi esposo –encantador, poco nocivo… mi mustang 66… en fin, cuando tenga todas esas ilusiones que de hecho nunca han existido como tal en mi cabeza estaré “tranquila”, “satisfecha”, “bien”.

Que no me crean que me importa un carajo da igual, como todo. Pero no puedo evitar ponerme a pensar por qué hay tantas formas de ver –según el ojo y el cristalino con que miren-, pero no sólo eso sino que el objeto que soy muta de forma según el espectador que me recrea. Así que me propongo artilugio obsceno por esta noche, para que puedas apreciarme en algunas de mis dimensiones y quizá por un instante dejes de juzgarme, de proponerte descifrar donde esta el fallo, la mentira, el adorno, sólo mira mi desnudez verdadera, no la de la piel, bien sabemos que ahí no hay nada del otro mundo pues no me he dedicado a cultivar mi cuerpo. Entonces la conversación que nunca tendremos va más o menos así:

El objeto mira a su espectador: él le pregunta al objeto:
-¿Crees que del sexo pueda nacer el amor?

EL OBJETO: No… quizá no porque el sexo siendo sólo sexo es autodestructivo.

Espectador: Yo desde mi logoterapia masculina adaptada a todo un criterio ultra literario, científico y culto… creo que quienes tienen sexo sin amor sólo buscan en el lugar equivocado, pues del sexo no viene nada más que de la obnubilación de los sentidos. El amor en cambio, el erotismo como zona intermedia entre el amor pulcro y el sexo perverso… eso es lo que me interesa.

El objeto: No todo sexo es perverso, puedes hacer el amor y el sexo, puedes estar enamorado y sólo hacer sexo, puedes amar y no tener sexo, puedes hacer el amor y no sentir el sexo.

Espectador: tu no entiendes nada porque sólo eres un objeto. YO soy el que razona, yo soy la mente, la espada, el macho, el principio ALFA que viene a inundarte. Así que como poder me trato de colocar por encima de la montaña y desde ahí te digo: el sexo sólo se trata de manipulación corporal, de un deseo instintivo de reproducción desviado hacia los recovecos perversos de los hombres y mujeres –idiotas- que por no tener mayor elevación de espíritu caen en esa necesidad PERVERSA y en esencia aniquiladora.

El objeto: ¿Me das permiso de proponer mi versión de tus “hechos”?... como objeto que soy y en mi poquísimo entendimiento puedo afirmar que tus nociones de sexo y amor son completamente distintas a las que otros espectadores han vaciado en mí. Hay algunos que me buscan y me usan por mero placer y ciertamente no piensan en si su objeto del placer a quedado un poco satisfecho. Eso no importa de cualquier manera, solo soy un objeto. Sin embargo hay espectadores que buscan interactuar con el objeto a través de un sexo mucho más terapéutico y sólo es sexo porque busca satisfacer una necesidad primordial que no es la reproducción pero que sirve de pretexto: la liberación de stress.

Espectador: ¿convertir el encuentro sexual en algo tan burdo como una terapia contra el stress?, mejor irse al gimnasio, mejor pintar un cuadro, escribir una novela, ayudar a los niños pobres…esas son buenas formas de liberar la presión y a la vez no dañarse.

Objeto: Hasta para lo que yo soy en este momento tu perspectiva y mirada me parecen netamente ABSURDAS. Un objeto predispuesto al placer y puesto en cualquier posición dado que no tiene limites pues no ha sido programado para ello y ni siquiera tiene comprensión de la palabra “perversión”… (peligro, en dos segundos su pc entrará en el modo de hibernación)… debo decir que estoy a punto de ponerme en OFF.

E-mail rescatado en el portapapeles, después de la hibernación obligada a causa de la falta de energía sexual en el objeto:

Como podrás ver este tipo de conversaciones no llevan a ninguna parte, el sexo tampoco, el amor a veces sólo conduce a callejones sin salida y deja su rastro de sangre por doquier. Gustar del sexo puede significar entonces: que me gusta el sexo, es decir la parte masculina o femenina, ya sea el caso, que me gusta apreciarla, sentirla, olerla. Que uno descubre en el sexo de otra persona un mundo alterno donde los deseos colapsan, eso claro en teoría. Encontrar la belleza del sexo, de esa parte intima e inédita (en la mayoría de los casos, a menos que hayas hecho zona de trabajo esta parte de tu ser)… encontrarte en esa zona que ocultas con tanta delicadeza y que sin embargo mueres por exponerme desde tu impúdica necesidad de ser visto, probado, puesto en movimiento. Seas quien seas… tu sexo no debería confundirse con una perversión. Y si así fuera seguro la perversión deviene del latido con que el universo mismo se contrae y expande en su eterna exhibición arbitraria y pluralista.
Gustar del sexo como la acción a desarrollar entre dos sexos: más que defender al sexo te quiero hablar del sexo que me gusta es decir sin tomar en cuenta tu defensa para el bello amor… diré que el sexo con amor o sin amor debe ser intenso o mejor nada. Para simulacros de ocio mejor mi mano. El sexo sin amor puede ser mera técnica y debo decir que la mayoría de las veces es mecánico, autómata y ahí si no hay nada que hacer, a mi me aburre y recuerda que soy un objeto programado. Algo así como una soda que si la sientes demasiado simple le agregas vainilla o si aun te gusta más empalagosa: chocolate y si quieres algo muy refinado: fresa al limón. El caso es que hasta la soda más simple se queda estática ante el mecanicismo, por ello Descartes como todo buen filosofo con método no gozo de mucho éxito con los objetos programados para el placer. Así que el sexo técnico por mucho que sea de dos a tres caídas resulta más que banal, tedioso. Entonces por favor: no quieras practicar todas las posiciones del kamasutra contra reloj, no des instrucciones si no te las han pedido. Una cosa es decir lo que quieres, indicarlo con sutileza y capacidad de lúbrico juego, otra es decir las palabras y conducir la mano como si se tratara de cambiarle la velocidad a un coche. En fin, no quería ponerme aleccionadora. Entonces trataré de pensar como es el buen sexo.
Quizá comienza con algo de inesperada originalidad: puede ser cualquier detalle, cualquier cosa imprevista como el deseo en los ojos, como el deseo de contenerlo un poco o desatarlo con furia según la respuesta de quien lo tenga enfrente. Hay gustos Y modalidades infinitas, tampoco es que mi discurso tenga un fin específico, sino tan sólo demostrar que en algunos casos hablar tanto de sexo puede también conducir a no desearlo. Temo caer en ese renglón pero como todo es mera especulación …

p.d. Piensa en mi como en una soda programable… acierta la combinación y todo será un éxito. Incluso puedo ser oral, puedo decirte lo que quieres oír además de tener el sabor exacto de tu helado favorito. Piensa en mí como un espejo al que puedes decirle tus secretos más tenebrosos… no quiere decir que vayas a realizarlos pero puedes contar con que no dejaré de reflejar tu propio deseo y sus mil reflejos adyacentes. Piensa un poco en mí cuando leas estas palabras. Piensa en la noche larga, desnuda, filosa como el ónix sobre el cual deslizas tus más entrañables …

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