viernes, 21 de septiembre de 2007


La coleccionadora abrió el diario en donde estaba el separador, la tinta color magenta estaba ahí, entre las páginas de pergamino, el olor era el mismo que Antonio había sentido en aquella nota, pero esta vez la caligrafía era más despreocupada... los dibujos eran peculiarmente duros, como si el trazo emergiera de una mano que sabe como trabajar el arte de la persistencia.



"Sexo, crueldad, muerte alegórica de lo frugal."

Esta escena me llevó a pensar en la Muerte --la de las viejas alegorías; la protagonista de la Danza de la Muerte. Desnudar es propio de la Muerte. También lo es la incesante contemplación de las criaturas por ella desposeídas. Pero hay más: el desfallecimiento sexual nos obliga a gestos y expresiones del morir (jadeos y estertores como de agonía; lamentos y quejidos arrancados por el paroxismo). Si el acto sexual implica una suerte de muerte, Erzébet Báthory necesitaba de la muerte visible, elemental, grosera, para poder, a su vez, morir de esa muerte figurada que viene a ser el orgasmo. Pero, ¿quién es la Muerte? Es la Dama que asola y agosta cómo y dónde quiere. Sí, y además es una definición posible de la condesa Báthory. Nunca nadie no quiso de tal modo envejecer, esto es: morir. Por eso, tal vez, representaba y encarnaba a la Muerte. Porque, ¿cómo ha de morir la Muerte?... Pizarnik.

La crueldad y la muerte. El sexo, creación, destrucción, vacío. A propósito del orgasmo: la pequeña muerte fugaz que alcanzamos en un jadeo trasgresor. El sexo sin amor: un arrebato consumado ya desde la sola idea. Llegar, sólo querer ser un instrumento, una cueva donde excavar, un lugar para que cualquier otro ingrese y arrebate con su propia furia lo que ahí se ha olvidado. El sexo cruel y enfermizo del hombre que no puede amar, algo así como un faro en medio de una tormenta donde ninguna sirena puede sino mirar desde lo lejos esa luz que le llama. El sexo cerrado y seco de una mujer que se moja cada vez que su mano recuerda alguna ocasión digna, mano que debe intervenir para alcanzar el placer con cualquier hombre.
Sexo pueril: una muerte que llega cuando alguien tropieza con un ladrillo en la calle, cuando alguien se resbala en la bañera, cuando te atragantas con una aceituna ó simplemente olvidas cómo era respirar. Sexo que se tiene con cualquiera en cualquier lado y entonces la fugacidad cobra aún más un sentido excelso, sólo pruebas la piel, ni siquiera quieres conocer el nombre.
El vacío y el arrepentimiento en alguno de estos casos es similar al que sentimos cuando estamos frente a un ataúd, cuando pensamos todo aquello que no hicimos por el muerto. El vacío sólo es el engaño de nuestro instinto que nos hace creer que esa clase de sexo es destrucción en esencia, pero más que destrucción es un vano aniquilamiento de proyecciones no cumplidas, sólo es una traslación de un vacío existencial a un desliz físico.
Es un tormento deliciosamente frugal y vano, pero he ahí su encanto y consecuente adicción.
E.







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